lunes, 18 de junio de 2012

Opinión: Los verdaderos desafíos tras el Costanera Center. ¿Qué Chile queremos ser?




El martes pasado abrió en Santiago de Chile el edificio Costanera Center, el cual no ha estado exento de polémicas. Para algunos es la promesa arquitectónica de los últimos años. Para otros no es más que fuente de problemas en términos viales. Sólo el tiempo dirá si fue un gran acierto o un gran error.
Por Thiare Lizama & Daniela Briones


El edificio Costanera Center, es un mega proyecto que tiene una superficie construida que supera los 700.000 m2 en un terreno de 47.000 m2. Alberga dentro de sus instalaciones un enorme mall que posee más de 300 locales comerciales, dentro de los cuales se encuentran diversos supermercados, conocidas tiendas de retail, connotadas marcas extranjeras, circuitos gastronómicos y lugares de dispersión como juegos de aventuras y salas de cine.
La descripción del párrafo anterior pareciera demostrar que el Costanera Center se erige como una señal de progreso, que se presenta ante el mundo y el país como un símbolo de desarrollo y evolución al estilo de las más grandes capitales mundiales donde el lujo y la tecnológia son la vanguardia, no por nada es el edificio más alto y el mall más grande de América Latina. Sin embargo, las implicancias de su construcción van más allá de esto.
Lo que aquí se pretende no es hacer una crítica arquitectónica sobre el edificio, sino dar una mirada crítica sobre el impacto en la ciudad y en el entorno natural de la capital que este proyecto significa, más allá de que no se puede negar su impacto positivo en términos de puestos de trabajo para los chilenos y los beneficios económicos que su funcionamiento trae aparejado.
Más allá de la congestión vehicular que todos los expertos en el tema pronostican, desde nuestra postura resulta terrible el viajar hacia el sector oriente y encontrarse en medio del camino un enorme edificio que tapa la vista de la linda cordillera que nuestro país posee. Es innegable que no hay nada mejor, luego de un día lluvioso, que poder disfrutar de una imponente cordillera llena de colores frente a nuestros ojos.
Es aquí donde recae la primera reflexión: ¿cuánto le importa al Estado de Chile y a los chilenos el conservar su paisaje, y por lo tanto su historia y su cultura? Por un momento olvidemos la destrucción de los recursos y santuarios naturales, y centremos la discusión en el tipo de ciudad que se pretende construir. Día a día, de manera rápida e invasiva, miles de barrios y lugares clásicos de Santiago se ven destruidos y olvidados, dando paso a enormes edificios, que poco tienen que ver unos con otros y que más que ser un aporte resultan chocantes a quien los mira.
Construcciones históricas, con pasados gloriosos, estéticamente hermosos, y que han construido lo que Chile es hoy, muchas veces son olvidados y entregados a constructoras. Al contrario de las grandes capitales, en Santiago cada vez son menos las áreas verdes, los espacios de reunión, los teatros y las librerías. Por el contrario, nos llenan de supermercados, farmacias y malls. Entonces, la segunda reflexión es: ¿necesitamos tantos malls, farmacias y supermercados?
Con el boom inmobiliario, no sólo se ven afectados pequeños locales y residentes, sino también, la vida en torno a ellos. Hasta ahora, el mejor panorama para un fin de semana es ir a pasear por los pasillos del mall de moda, en donde no se promueve ni la sociabilización, ni la educación, ni la cultura. Por el contrario, el mensaje más próximo es el de arribismo, de deuda, y consumismo, con lo que se desmerece y se deja de lado el valor de aprovechar los espacios verdes que la ciudad brinda, pues probablemente sea más barato y más bonito ir al parque a disfrutar del aire libre.
El almacén de la esquina no es sólo un lugar de abastecimiento, es por sobre todo un punto de encuentro, en donde se intercambian opiniones e historias, y donde se puede observar y contribuir en el desarrollo de cada uno de los visitantes. La plaza del barrio es el lugar donde nacen los grandes amigos, donde se viven los mejores momentos de la infancia, y donde se da la posibilidad de conocer al vecino y su historia. Las amplias veredas no solo quitan espacio a los automóviles, sino que también entregan espacio para que el peatón se desenvuelva y sienta importante
No se intentan negar los avances en términos de desarrollo económico, crecimiento y tecnología que un edificio como el Costanera Center representa. Y como se mencionó al inicio, tampoco se desconocen las oportunidades laborales y de ingreso que generan espacios como este. Solamente se pretende enfatizar el doble discurso que desde ahí se genera: por una parte, se impulsan iniciativas nacionales que intentan promover el deporte y la cultura, considerando que las personas tienen problemas de obesidad, supuestamente son flojos y poco intelectuales. No obstante, por otro lado, nos llenan de cosas innecesarias, nos tapan el sol con grandes edificios y nos llenan de comida chatarra. 
Por lo menos nosotros queremos una ciudad distinta donde no sólo se avance en lo económico y donde existan más tiendas donde comprar, sino que donde existan verdaderos espacios de dispersión y de encuentro con los otros como personas y donde cada uno pueda ser, en esos términos, más humano y un mejor ciudadano.

1 comentario:

  1. No puedo leer esto sin traer a mi memoria la figura del Flaneur de W. Benjamin. Aquel paseante - que por supuesto no es la misma a la que aludía Baudelaire - que camina por los pasajes de París sintiendo estar en su lugar de origen, porque su hábitat se ha transformado en el centro comercial que recorre los pasajes de París. El Flaneur ya no pasea con ánimo de ver, sino de ser visto (¿no le parece familiar esta imagen cuando usted decide comprar el despampanante celular?) El Flaneur ya no mira la mercancía porque él mismo se ha transformado en una mercancía más.

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