El martes
pasado abrió en Santiago de Chile el edificio Costanera Center, el cual no ha
estado exento de polémicas. Para algunos es la promesa arquitectónica de los
últimos años. Para otros no es más que fuente de problemas en términos viales. Sólo el tiempo dirá si fue un gran acierto o un gran error.
Por Thiare Lizama & Daniela Briones
El edificio Costanera Center, es un mega proyecto que tiene una superficie construida que supera los 700.000
m2 en un terreno de 47.000 m2. Alberga dentro de sus instalaciones un enorme mall
que posee más de 300 locales comerciales, dentro de los cuales se encuentran
diversos supermercados, conocidas tiendas de retail, connotadas marcas extranjeras,
circuitos gastronómicos y lugares de dispersión como juegos de aventuras y
salas de cine.
La descripción del párrafo anterior pareciera demostrar
que el Costanera Center se erige como una señal de progreso, que se presenta
ante el mundo y el país como un símbolo de desarrollo y evolución al estilo de
las más grandes capitales mundiales donde el lujo y la tecnológia son la
vanguardia, no por nada es el edificio más alto y el mall más grande de América
Latina. Sin embargo, las implicancias de su construcción van más allá de esto.
Lo que aquí se pretende no es hacer una crítica
arquitectónica sobre el edificio, sino dar una mirada crítica sobre el impacto
en la ciudad y en el entorno natural de la capital que este proyecto significa,
más allá de que no se puede negar su impacto positivo en términos de puestos de
trabajo para los chilenos y los beneficios económicos que su funcionamiento
trae aparejado.
Más allá de la congestión vehicular que todos los
expertos en el tema pronostican, desde nuestra postura resulta terrible el
viajar hacia el sector oriente y encontrarse en medio del camino un enorme
edificio que tapa la vista de la linda cordillera que nuestro país posee. Es
innegable que no hay nada mejor, luego de un día lluvioso, que poder disfrutar
de una imponente cordillera llena de colores frente a nuestros ojos.
Es aquí donde recae la primera reflexión: ¿cuánto le
importa al Estado de Chile y a los chilenos el conservar su paisaje, y por lo
tanto su historia y su cultura? Por un momento olvidemos la destrucción de los
recursos y santuarios naturales, y centremos la discusión en el tipo de ciudad
que se pretende construir. Día a día, de manera rápida e invasiva, miles de
barrios y lugares clásicos de Santiago se ven destruidos y olvidados, dando
paso a enormes edificios, que poco tienen que ver unos con otros y que más que
ser un aporte resultan chocantes a quien los mira.
Construcciones históricas, con pasados gloriosos,
estéticamente hermosos, y que han construido lo que Chile es hoy, muchas veces
son olvidados y entregados a constructoras. Al contrario de las grandes
capitales, en Santiago cada vez son menos las áreas verdes, los espacios de
reunión, los teatros y las librerías. Por el contrario, nos llenan de
supermercados, farmacias y malls. Entonces, la segunda reflexión es:
¿necesitamos tantos malls, farmacias y supermercados?
Con el boom inmobiliario, no sólo se ven afectados
pequeños locales y residentes, sino también, la vida en torno a ellos. Hasta
ahora, el mejor panorama para un fin de semana es ir a pasear por los pasillos
del mall de moda, en donde no se promueve ni la sociabilización, ni la
educación, ni la cultura. Por el contrario, el mensaje más próximo es el de
arribismo, de deuda, y consumismo, con lo que se desmerece y se deja de lado el
valor de aprovechar los espacios verdes que la ciudad brinda, pues probablemente
sea más barato y más bonito ir al parque a disfrutar del aire libre.
El almacén de la esquina no es sólo un lugar de
abastecimiento, es por sobre todo un punto de encuentro, en donde se
intercambian opiniones e historias, y donde se puede observar y contribuir en
el desarrollo de cada uno de los visitantes. La plaza del barrio es el lugar
donde nacen los grandes amigos, donde se viven los mejores momentos de la
infancia, y donde se da la posibilidad de conocer al vecino y su historia. Las
amplias veredas no solo quitan espacio a los automóviles, sino que también
entregan espacio para que el peatón se desenvuelva y sienta importante
No se intentan negar los avances en términos de desarrollo
económico, crecimiento y tecnología que un edificio como el Costanera Center representa. Y como se mencionó al inicio, tampoco se
desconocen las oportunidades laborales y de ingreso que generan espacios como
este. Solamente se pretende enfatizar el doble discurso que desde ahí se
genera: por una parte, se impulsan iniciativas nacionales que intentan promover
el deporte y la cultura, considerando que las personas tienen problemas de
obesidad, supuestamente son flojos y poco intelectuales. No obstante, por otro lado, nos
llenan de cosas innecesarias, nos tapan el sol con grandes edificios y nos
llenan de comida chatarra.
Por lo menos nosotros queremos una ciudad distinta
donde no sólo se avance en lo económico y donde existan más tiendas donde
comprar, sino que donde existan verdaderos espacios de dispersión y de
encuentro con los otros como personas y donde cada uno pueda ser, en esos
términos, más humano y un mejor ciudadano.